Todo
el que tiene animales de compañía, y sobre todo perros, ha oído hablar de la
Leishmaniosis canina, ya que es una enfermedad de aparición muy frecuente en
nuestra zona geográfica.
El agente causante de la Leishmaniosis es un
parásito unicelular llamado Leishmania Infantum, que vive dentro de las células
sanguíneas.
La enfermedad se propaga entre los perros a través
de las picaduras de mosquitos, en especial el Phlebotomus, que habita en la
cuenca mediterránea.
La vacuna contra la
leishmaniosis se puede colocar a los perros desde este año. Hasta ahora, no
había ninguna. Esta vacuna tiene buenas expectativas en cuanto a su efectividad.
No es obligatoria y
su coste, por cada una de las aplicaciones, oscila en torno a 50 euros,
pero las tarifas pueden diferir en cada clínica veterinaria.
La nueva vacuna
contra la leishmaniosis se puede aplicar a los cachorros sanos a partir de los seis
meses de edad. La vacuna desarrolla inmunidad celular, es decir, las
células destruyen la enfermedad, otro dato importante es que los perros con
anticuerpos no se pueden vacunar porque la vacuna no les cura.
Prevenir
la leishmaniosis
La mejor arma
contra la leishmaniosis es la prevención, para lo cual, además de la vacuna,
puede ayudar un collar antiparasitario de efecto repelente contra los
mosquitos y evitar frecuentar en verano zonas húmedas y pantanosas, donde hay
más riesgo de picaduras de insectos. La actividad de los mosquitos aumenta
durante la noche, así que conviene que el animal duerma en casa, si puede ser,
con un insecticida eléctrico.
La leishmaniosis se
transmite a través de la picadura de un mosquito que pertenece al género Phlebotomus
(la transmite la hembra, la única que pica a animales y personas). Respecto a
las personas, solo quienes tienen el sistema inmunitario débil pueden verse
afectadas por la enfermedad con carácter grave. En el resto de los casos, el
resultado de la picadura se traduce, a menudo, en una afección dermatológica.
La leishmaniosis es
una enfermedad estacional, es decir, reviste riesgo para la población
canina en épocas en que los mosquitos están activos (de primavera a otoño). La
leishmaniosis es una enfermedad crónica e incurable, que el perro no transmite
a las personas ni a otros animales. Sólo puede existir riesgo de contagio
cuando la persona tiene las defensas muy bajas, como en el caso de padecer
tuberculosis o sida.
En zonas como el País
Vasco o Cantabria, el riesgo de que los perros que viven allí contraigan la
leishmaniosis es muy bajo. Y es que en estas zonas no habita el mosquito
(hembra) que lo provoca. Sin embargo, en las regiones de la Cuenca Mediterránea
española, sí hay alto riesgo para los perros de contraer la enfermedad.
Secuelas
de la leishmaniosis
Las secuelas que
padece el perro tras la enfermedad dependen del grado en que hayan sido
afectados sus órganos. Si la leishmaniosis no se detecta pronto y no se aplica
a tiempo el tratamiento necesario, puede resultar mortal.
Si el grado en que
se ha visto afectado el perro por la enfermedad no es muy alto, puede llevar
una vida normal
Por ello, es muy
importante la prevención a través de controles anuales, sobre todo después del
verano, ya que con el calor proliferan los mosquitos, en especial, en
las zonas donde hay más humedad. Los controles para detectar un posible brote
de leishmaniosis consisten en un análisis de sangre.
Tratamiento
El tratamiento
puede ser bastante caro y depende del tamaño del animal: cuanto más grande sea
el perro, más costoso será. Si el grado en que se ha visto afectado el perro
por la enfermedad no es muy alto, puede llevar una vida normal, pero con
controles para detectar nuevos brotes.
Los
síntomas de la leishmaniosis
Pequeñas pérdidas de pelo por la
zona de la cabeza, caspa.
Crecimiento anormal de las uñas.
Dermatitis o inflamación de la
piel.
Heridas que no cicatrizan.
Úlceras en la cabeza y
extremidades.
Inflamación de los ojos.
Atrofia muscular, sobre todo por
la cara (aspecto envejecido y expresión triste), cansancio, fatiga y mucha
debilidad.
Pérdida muy notable de peso,
fiebre, hemorragia nasal, inflamación de las articulaciones o cojera.
Aumento del tamaño de los
ganglios linfáticos (cuello, cara interna de las patas).
En caso de notar
alguno de estos síntomas, es recomendable acudir sin dilación al veterinario.